El
proyecto más ilusionante del Club de Ajedrez IES Los Ángeles empezó en
septiembre de 2013. Uno de nuestros monitores, en este caso Justo Gómez,
iniciaría un curso de ajedrez para los niños y jóvenes hospitalizados por
largos períodos en el Hospital de Torrecárdenas, el mayor complejo hospitalario
público de Almería. El monitor acude desde entonces un día a la semana y
trabaja durante toda la mañana con los niños.
Nuestro club puede realizar esta actividad gracias a la subvención recibida por una convocatoria de ayudas del Instituto Andaluz de la Juventud. A esta imprescindible colaboración del IAJ, se une la buena disposición de las autoridades educativas y hospitalarias, la impagable labor de las maestras del aula hospitalaria, y la ilusión de los niños y jóvenes. Queremos también reconocer quiénes fueron los inspiradores de este proyecto, posiblemente el club de ajedrez pionero en las aplicaciones sociales y terapéuticas del ajedrez, nos referimos al Club Magic de Extremadura. Queremos compartir con todos nuestra gratitud, nuestro asombro por lo que el ajedrez consigue, con estas líneas del diario de trabajo que escribe Justo cada día que va al hospital.
Nuestro club puede realizar esta actividad gracias a la subvención recibida por una convocatoria de ayudas del Instituto Andaluz de la Juventud. A esta imprescindible colaboración del IAJ, se une la buena disposición de las autoridades educativas y hospitalarias, la impagable labor de las maestras del aula hospitalaria, y la ilusión de los niños y jóvenes. Queremos también reconocer quiénes fueron los inspiradores de este proyecto, posiblemente el club de ajedrez pionero en las aplicaciones sociales y terapéuticas del ajedrez, nos referimos al Club Magic de Extremadura. Queremos compartir con todos nuestra gratitud, nuestro asombro por lo que el ajedrez consigue, con estas líneas del diario de trabajo que escribe Justo cada día que va al hospital.
Justo Gómez, monitor de ajedrez del Club IES Los Ángeles, en el aula hospitalaria de Torrecárdenas, con tres alumnos: en primer plano Marcos (izqda.) y Jesús (dcha.), al fondo David. |
Mis experiencias como monitor de ajedrez en el Aula Hospitalaria de Torrecárdenas (Almería), curso 2013/14.
Por Justo Gómez Cortés y Pedro J. Miguel
Monitores titulados de ajedrez
Club de Ajedrez IES Los Ángeles
(Algunos nombres se han modificado para preservar la intimidad del menor)
Aunque la mañana empieza como casi todas, el revoloteo de mariposas en el estómago indica a las claras que no es una mañana cualquiera. Miércoles, dos de octubre de 2013, empiezo a escribir en este diario, da comienzo una apasionante aventura en el Aula educativa del Hospital público de Almería: Torrecárdenas. Intentaré que los niños y niñas hospitalizados se diviertan y aprendan con el ajedrez.
Leti, 5 años, me cuenta que su padre la está enseñando a jugar. Casi sabe colocar todas las piezas. Tenemos nuestra primera pequeña gran disputa por culpa de la “Dama”, según ella es la “Reina”. Su padre le ha dicho que así se llama, yo intento convencerla de que es más adecuado “Dama”, pero finalmente llegamos a un acuerdo, ella dice “Reina” y yo digo “Dama”. Con Leti hemos de jugar siempre en su habitación. Ya he coincidido en cuatro ocasiones con ella en otras tantas visitas suyas al hospital, Leti es una reina.
Héctor,
5 años, invidente. Intentamos reconocer las piezas al tacto. El caballo fue la pieza
estrella, la reconoció de inmediato! Se cansó rápido y se pasó a la plastilina.
Con él puedo jugar en el aula. ¡Ojo, ahí va Héctor, domador de caballos!
Alí,
8 años. Cuando le preguntamos si quería aprender a jugar al ajedrez, contesta con
orgullo: “Si yo ya sé jugar, soy el campeón de mi clase!!” Está claro que en su
clase saben muy poco ajedrez... Le enseño lo más básico: colocar las piezas, el movimiento de
los peones, la torre y el caballo. Con Alí he jugado dos días en el aula.
Tamara,
5 años. Afortunadamente sólo la he visto un día en su habitación. Es una de las
niñas que más me ha impresionado. Nunca había visto un tablero de ajedrez, pero
ha aprendido a poner las piezas “en un pispás”. Echamos varias carreras de
peones. Pilla rápido el movimiento del peón: cuánta intuición. Escuchamos a
través de mi móvil varias canciones de ajedrez. Tamara sonríe. Le encantan. “La
torre mueve derechitoooo”…, y ella abre mucho los ojos como si la viera moverse
de verdad. Son las 10:00 h. Antes de marcharme, sobre las 13:00 h., vuelvo a su
habitación para verla y despedirme. Me hace una demostración: coloca las piezas sin titubeos y
con gran entusiasmo. En el camino a casa me doy cuenta de que voy cantando.
Moustafa,
13 años. Después de varias semanas sin querer jugar conmigo, y en realidad rechazando
cualquier entretenimiento, la noticia de que se acercaba el día de su alta
hospitalaria cambia su humor. Ya sabía el movimiento de todas las piezas, así que repasamos lo que no terminaba de entender: el jaque, el jaque mate y el
enroque. Estuvimos en su habitación un poco más de media hora. Afortunadamente no lo he
vuelto a ver desde aquel día.
Fidel,
un campeón de 13 años con una lesión de espalda. Ingreso prolongado por tres
semanas. Nos vemos a última hora, entre las 12:30 h. y las 13:30
h. más o menos. No podíamos jugar antes, porque todos los días las primeras
horas las dedicaba a estudiar y a hacer las tareas del cole, muy metódico en
sus estudios, ya sabía jugar. Sólo repasamos un poco el jaque mate, después
hicimos ejercicios de táctica: ataque doble, ataque a la descubierta, ataque
por rayos láser…, todos y cada uno de los ejercicios le
interesaban y prestaba gran atención. De los niños mayores el más aplicado con
diferencia.
Pau,
14 años y problemas de conducta, un chulillo que no se calla una! En plan guay le mete caña a todo el que se le
antoja, pero sin faltar el respeto, “chulería innata” que le llamo yo. La
maestra le propuso que aprendiera a jugar al ajedrez, y con Samu, otro chaval
de 13 años, nos sentamos en la mesa del aula. Tanto Pau como Samu, que no
habían visto jamás un tablero, aprendieron rápido a colocar las piezas en sus
escaques originales, incluso asimilaron los movimientos sin más problema. Después de
esto Samu se cansó y prefirió pintar. Pau, sin embargo, quiso ir más allá en el
reino de Caissa: aprendimos a dar jaque mate, el rey ahogado, el enroque, noté
que le interesaba bastante, le gustaba. Una semana después me contaban las
maestras (admirables profesionales) que durante los días siguientes Pau buscaba
por las habitaciones gente con quien jugar al ajedrez, y dio la casualidad de que
en esos días coincidió con una joven, gran ajedrecista almeriense. Con este
aliciente Pau se transformó, la chica se convirtió en su referente, hasta el
punto de que el mismo día de su alta médica se presentó un cambiado Pau con sus
libros del instituto en el aula hospitalaria, para que las maestras le ayudaran
a corregir las tareas. Pau ya piensa como una cebra!
Ramón,
4 años, un terremoto. Siempre jugamos en su habitación. Sabe colocar
perfectamente las piezas, y domina el movimiento de los peones con una
seguridad pasmosa para su edad. Las demás piezas también las controla más o
menos. Aunque siempre quiere jugar, tengo que controlar el tiempo porque se
agota pronto.
Pepe, 6 años, un viciado de
la play. En principio no me hacía mucho caso, no quería aprender. Un día, sin
mediar palabra, le puse, algunas canciones de ajedrez que tengo grabadas en el
móvil. Apartó la mirada de su videojuego, aquello le había llamado la atención.
En dos visitas más a su habitación, aprendió a colocar las piezas y a hacer
carreras de peones. Se pone más contento si le gana al profesor, claro. Tiene la
play 3, en la primera visita me dijo que me iba a regalar la play 2, pero por el
momento no se ha acordado de su promesa. La próxima vez que me gane se lo
recordaré.